El sistema de aprovechamiento maya tenía (y tiene) dos
ejes: uno es la milpa,
el policultivo tradicional basado en el maíz y el huerto-jardín, sitio de producción de cultivos perennes y,
en muchos casos, el microambiente de la habitación doméstica.
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El resultado de más de 5,000 años de este tipo de
sistemas de producción en el medio selvático es la característica
distribución y composición de flora y fauna de la selva maya.
De este modo, en la “selva culta” creada por los
mayas, muchas especies silvestres prosperaron.
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Las analogías forestales y el hábitat antropogénico
podría tener menor biodiversidad de ciertos grupos taxonómicos
que la selva original.
Pero en conjunto, la abundancia y la
distribución de muchas especies se incrementó significativamente (Nigh,
1996; Linares, 1976). Por ejemplo, en los reportes tradicionales
presentados, las plantaciones agroforestales tienen más diversidad de
aves migratorias que cualquier otro hábitat, incluyendo las áreas
naturales al este de Chiapas (Greenberg, 1996).
Como los mayas
practicaban la rotación y la migración interna, los sitios de producción
cambiaban periódicamente, dejando los lugares desocupados a la regeneración.
Aun en este proceso ‘natural’ los mayas intervinieron, favoreciendo
ciertas especies de plantas preferidas, creando una selva enriquecida de
especies útiles para los mayas o para los animales.
Según muchos arqueólogos, las áreas de selva tropical habitadas
por ellos son, en realidad, huertos-jardines, la selva culta
enriquecida por la intervención humana.
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