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Todos
los elementos que componen nuestros ecosistemas interactúan entre sí,
pero es uno el que más afecta a los demás: el hombre. Las actividades
humanas perturban el medio ambiente al transformar el paisaje, extraer las
materias primas necesarias para los procesos productivos e incorporar
residuos. Como ejemplo de las interacciones entre los elementos del
ecosistema está el caso de la vegetación, la cual alberga diversidad
biológica, retiene el suelo, regula los ciclos hidrológicos e incide en
el clima local.
Así como ésta, las interacciones que se presentan son múltiples
y se presentan a escalas que se extienden de lo global a lo local. La gestión ambiental moderna se concibe como el conjunto de acciones que
buscan orientar y alentar cambios en nuestras actividades sociales y económicas
que, como productores y consumidores, nos coloquen en la senda de un
desarrollo sustentable. La gestión ambiental es un proceso dinámico,
de continua validación de las etapas que lo conforman, en el que la formulación de la política ambiental,
precedida de un diagnóstico, debe contemplar objetivos y prioridades
claramente definidos, y operar sobre un diseño de instrumentos jurídicos,
administrativos, económicos y de inversión, entre otros, que orienten la
formulación y el desarrollo de los programas para dar pleno cumplimiento
a los objetivos. El desarrollo sustentable es un
compromiso atractivo entre los extremos de cero crecimiento y crecimiento
limitado, ya que se basa en el uso de los recursos naturales en armonía
con los sistemas ecológicos, satisfaciendo las necesidades presentes sin
comprometer las necesidades de las generaciones futuras. Para lograr un desarrollo sustentable algunos factores deben crecer trabajo, productividad, información, conocimiento, educación, justicia, bienestar social, entre otros, y otros deben reducirse: contaminación, deforestación, desperdicio y pobreza. |